Se cuenta que cazando guanacos halló casualmente la veta “La Descubridora” en mayo de 1832 y que de inmediato reconoció, porque también había sido apir y barretero.
A lo largo de varios siglos Chile ha pasado por distintos periodos de auge minero dados por la producción de oro, carbón, salitre o el cobre, en nuestra historia reciente. Semejante a éstos también hubo una “fiebre” de la plata en el siglo XIX a partir de los descubrimientos de Caracoles y Chañarcillo, sobre cuya explotación hay más literatura que investigación histórica, comparados con los otros minerales.
En general, se sabe que el mineral de plata de Chañarcillo fue descubierto por un mestizo llamado Juan Godoy en 1832, que está ubicado al sur de Copiapó al oriente de los llanos de Travesía en la Región de Atacama, y que dio origen a la villa “Juan Godoy”. Durante su época “dorada” llegó a producir más de 332 ton de mineral, hasta 1874, cuando empezó su agotamiento.
En estricto rigor, el mineral fue un distrito situado a unos 1.000 m.s.n.m. en los cerros de Chañarcillo. Su descubridor, Juan Godoy, se había establecido con su madre y su hermano menor en Punta Pajonales, en las cercanías del yacimiento, ganándose la vida como leñatero, es decir, recolectando leña y arbustos silvestres que transportaba en burro a una fundición de la zona. Se cuenta que cazando guanacos o durante esa recolección, halló casualmente la veta “La Descubridora” en mayo de 1832 y que de inmediato reconoció, porque también había sido apir y barretero.
Tomó muestras de plata del lugar y las llevó a un ex patrón suyo que poseía una mina y una fundición, don Miguel Gallo Vergara en Copiapó, proponiéndole hacer una sociedad. Para examinar bien la potencial riqueza Gallo envió a su capataz Juan José Sierralta a comprobar la extensión, características y ubicación del filón, tras lo cual accedió al negocio y se presentaron con Godoy al Juzgado de Minas para inscribir el pedimento minero.
Luego se supo que ellos hallaron bolones de plata pura en “La Descubridora” que pesaban más de un quintal, noticia que corrió rápidamente atrayendo una muchedumbre humana que empezó a llegar a Copiapó para recorrer los cerros del lugar, constatando que había metal en toda su superficie y los pedimentos se multiplicaron en el Juzgado copiapino. Según antiguas crónicas, a poco andar Gallo ofreció comprarle el resto de los derechos a Godoy pagándole. 245 de la época, desglosados en. 245 al contado y un sitio con casa, ubicados al sur de la plaza de la ciudad.
A fines de 1832 Gallo se asoció con Ramón Ignacio Goyenechea y Francisco Ignacio Ossa en la explotación, cuya producción llegó a despertar el interés del Gobierno chileno porque generaba prosperidad para el país.
Mientras tanto, rústicos campamentos se establecieron dispersos al pie de los cerros de Chañarcillo siguiendo las distintas vetas. Ellos aglutinaron una población de 600 personas que obligó a apostar vigilancia para mantener la normalidad de las faenas y evitar desórdenes, juego y “cangalleo” o sustracción “hormiga” de mineral. Paulatinamente esa población minera fue concentrándose en un pueblo, placilla o “villa” denominada “Juan Godoy”, que era abastecida de agua mediante pozos y norias, y conformado por una plaza, iglesia, mercado, escuela, calles, hospital, teatro, bodegas, canchas y cementerio, incluso una estación de la Compañía Ferrocarril de Copiapó donde llegaba el tren.
Pero esta riqueza minera también atrajo cantinas, juegos de azar y prostitución, por lo que al comienzo se tomó la medida de prohibir el ingreso de mujeres so pena de multa, y aquellas esposas que iban a ver a sus maridos debieron exhibir un permiso oficial para entrar al poblado. El literato José Joaquín Vallejos, “Jotabeche”, fue dueño de la mina Constancia y escribió que en Chañarcillo las damas fueron declaradas un artículo de contrabando, viéndose a menudo hombres barriendo, lavando o cocinando porque podían ser corrompidos por el sexo femenino.
La fuerza de trabajo era compuesta por trabajadores mineros como los apires, que cargaban capachos con 80 kilos de mineral en la espalda; barreteros, peones, mayordomos y aguateros que, en algunos casos, percibieron su pago en fichas que cambiaban en la pulpería. Usaron herramientas como martillo, barreno, cuña y patero. En cuanto a alimentación, recibían raciones de charqui y cereales que fortalecían su condición física, pese a ser una dieta pobre en carne, verduras y frutas. Tan bullente actividad atrajo aborígenes collas y hasta migración extranjera desde Argentina. Algunas estadísticas registran que en 1870 aún quedaban 63 minas en operaciones dando ocupación a 1.570 mineros.
¿Y qué pasó con Juan Godoy y Miguel Gallo? En poco tiempo Godoy dilapidó su dinero al mismo tiempo que fue asediado por supuestos parientes y terceros, quedando en la miseria hasta fallecer en 1842, el mismo año que murió su ex socio. En su recuerdo fue erigido un monumento en la Plaza de Armas de Copiapó, que luego fue trasladado a la plazoleta que lleva su nombre frente a la Iglesia de San Francisco en la misma ciudad; y la Escuela de Minas de Copiapó colocó una placa recordatoria en el frontis de la casa que habitó en la calle Chañarcillo N°150.
En cambio, Miguel Gallo había integrado el Cabildo de Copiapó, fue elegido alcalde y dirigente de la Junta de Minería de la zona. Desde su hallazgo, se dedicó a trabajar “La Descubridora”, que inspeccionaba diariamente, adquirió varias propiedades, entre ellas la hacienda Chamonate. Se casó con Candelaria Goyenechea teniendo varios hijos, y dejó una herencia de un millón y medio de pesos. Su viuda aportó mucha de esa riqueza a la construcción de los ferrocarriles de Caldera a Copiapó y de Santiago a Valparaíso, así como a la iglesia Matriz, al hospital de Copiapó, y a familias de copiapinos reclutados en la Guerra del Pacífico.
Autora:
Hace cuatro años, en mi calidad de historiadora, tuve la oportunidad de conocer Chañarcillo, viendo aún vestigios de algunos socavones subterráneos, canchas de
minerales, malacates, el típico murallón de la mina Dolores, cimientos de las edificaciones donde estuvieron el pueblo y el cementerio, todo en completo abandono. Aun así es posible apreciar cómo
había sido esa explotación in situ.
Ciertamente Chañarcillo desencadenó un desarrollo económico, social y laboral en el norte chileno donde había comenzado nuestra historia patria con el paso de Diego
de Almagro, precediendo a modernos adelantos como el ferrocarril y la navegación a vapor. De muchos, ha sido el más famoso, casi mítico, derrotero minero, que contribuyó a forjar grandes fortunas
y sueños. Pero también esa plata nativa se tradujo en dinero constante y sonante que, pese a su efímero esplendor, marcó una época en Chile.
María Celia Baros M.
Licenciada en Historia
Nota: El nombre Chañarcillo proviene dado que en la zona crecían, arbustos denominados Chañares, pero en un tamaño mas reducido que el Chañar normal.
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